CINEINFINITO / Cine Club Filmoteca de Cantabria
Sábado 1 de Diciembre de 2018, 16:30h. Filmoteca de Cantabria
Calle Bonifaz, 6
39003 Santander
Programa:
Finis Terrae (1929) 35mm, blanco y negro, silente, 80′
Formato de proyección: DCP (Copia cortesía de Gaumont Pathé Archives, a partir del negativo en 35mm original restaurado)
(Agradecimiento especial a Gaumont Pathé Archives)
Jean Epstein (Varsovia, 1897 – París, 1953) fue un cineasta, teórico de cine, crítico literario y novelista francés. Se trasladó muy joven a Friburgo (Suiza) y posteriormente a Francia. Al mismo tiempo que estudiaba Medicina en Universidad de Lyon, entró en contacto con las vanguardias artísticas del París de entreguerra y conoció a algunos de los más importantes directores de la primera vanguardia realista, como Louis Delluc, Marcel L’Herbier y Germaine Dulac.
Dentro de este ambiente artístico, Epstein comenzó a escribir sobre cine y se convirtió en uno de los primeros teóricos de este arte. A lo largo de su vida escribió más de once volúmenes e innumerables colaboraciones en revistas. “Lo que distingue al cine -escribe- es que a través de los cuerpos impresiona los pensamientos”. Fundó la revista literaria Promenois y Bonjour, cinema!, una de las primeras revistas dedicadas al cine de la historia. Autor de numerosos ensayos y de varias novelas que fueron apareciendo desde los años veinte, entró en contacto con miembros del movimiento surrealista como André Breton y, sobre todo, con Luis Buñuel, que trabajó como ayudante de dirección de Epstein en un buen número de películas antes de debutar con El perro andaluz (1929).
Desde sus primeros trabajos se puso de manifiesto una tendencia presente en todo su cine y muy común entre los directores de vanguardia. Frente a películas convencionales que dirigió dentro de la industria de la época, Epstein realizó otros filmes más personales y arriesgados donde puso en escena todos sus postulados teóricos, que constituyen lo mejor de su obra. En ellos se manifiesta el verdadero Epstein.
Finis Terrae (1929)
Hasta la llegada del cinematógrafo, nada nos había permitido escuchar la variabilidad tan limitada del tiempo psicológico, de modificar experimentalmente las coordenadas temporales de la perspectiva generada por los fenómenos físicos, de acertar que pronto podríamos encontrar en el universo otras prodigiosas figuras. La cámara lenta y el acelerado revelan un mundo en el que no existen fronteras entre los reinos de la naturaleza. Todo vive –Jean Epstein: Photogénie de l’impondérable
El cine no es solo un método para atrapar las apariencias, como sistema de reproducción de lo real, sino un medio de expresión que descompone el mundo y acaba produciendo tiempo, un tiempo particular que aparece modelado según una serie de leyes específicas. El cine no es, tal como indicaba Dziga Vertov, una máquina que nos permite ver mejor el mundo, sino sobre todo una máquina inteligente que nos permite llegar a ver otras cosas, porque tal como considera Francesco Casetti, haciéndose eco de las teorías de Epstein y de Abel Gance, reconquista el sentido de la vista y se transforma en la mirada del siglo XX.
Cuando Jean Epstein rueda Finis terrae se sitúa en los confines de la civilización con el deseo de experimentar nuevas formas de relación con lo real: “He rodado Finis terrae en el archipiélago de Ouessant y en las islas de los alrededores. Son espacios casi inaccesibles para los turistas, estas islas son tierras vírgenes para el cine”. Esta declaración nos revela la importancia que para el cineasta adquiere la búsqueda de lo inexplorado, como espacio que el cine puede llegar a conquistar. A diferencia de los espacios buscados por Robert Flaherty —las islas de Arán—, a Epstein no le interesan las islas por su valor antropológico sino por cómo se convierten en un territorio para experimentar las derivas propias de la fotogenia, trasladar la búsqueda del misterio a un mundo primitivo lejos del ruido de la civilización y de la aceleración impuesta por la velocidad. En este mundo ancestral no cesa de explorar el misterio de lo real, tomando como base una serie de relatos sobre la solidaridad entre los marineros o sobre el sentimiento trágico de pérdida. Unos relatos que, en la mayoría de los casos, solo son la matriz que le sirve de base para llevar a cabo una exploración descriptiva, que llegará a sus momentos extremos cuando juegue con nuevas formas de percepción o cuando intente buscar, en el sentido expuesto por Nicole Brenez, una nueva figuración en la que entre los seres y su mundo no existan transparencias, sino un proceso de integración física absoluta. –Ángel Quintana: En las fronteras del documental y la ficción: las películas bretonas de Jean Epstein
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Ultra moderno: Jean Epstein, o el cine “que sirve a las fuerzas de la transgresión y la sublevación” por Nicole Brenez
Experimentación descriptiva
En muchas ocasiones y citas, Epstein opone la narración a otro sistema de representación que él considera más específico de la esencia del cine –un sistema de descripción:
No hay historias. Nunca ha habido historias. Solo hay situaciones sin sentido; sin principio, desarrollo ni final; sin dentro ni fuera; podemos mirarlas en cualquier dirección; la izquierda se convierte en la derecha; sin límites de pasado o futuro, son el presente.
(…)
“Presencia real”
De Georges Demenÿ a John Cassavetes, de Robert Bresson a Pier Paolo Pasolini, el cine ha situado a menudo su horizonte estético en un ideal de mímesis ensalzado en una afirmación de la presencia. Jean Epstein expresó este ideal con la mayor belleza:
“Es el milagro de la presencia real,
la vida manifiesta,
abierta como una bella granada,
sin piel,
fácil de asimilar,
salvaje.”
Como en Cassavetes, Pialat o Bresson, la presencia real no adopta obviamente la forma de las apariencias; es siempre una epifanía. En Epstein, la presencia real está sujeta a dos condiciones: precisión o exactitud descriptiva, e intensidad crítica, lo que presupone sumergirse en una “perspectiva interior” que atiende a lo fenoménico no para mostrarlo sino para “deshacerlo”, entregarlo, despojarlo de “un espejismo tras otro”. La presencia real no aparece dada, brota de la oposición (el desenlace) y debe expresar el vértigo del interior propio. En esta medida, el cine constituye una revelación fenoménica. La presencia real puede ser desvelada en ciertas ubicaciones privilegiadas.
(…)
El mundo devorado por el cine
La reflexión de Epstein, como su práctica, se esfuerza por volver a poner en juego de forma sistemática el vínculo más enigmático del cine, el que une el ojo y la imagen.
“Nunca un rostro se ha vuelto así hacia el mío; cada vez más cerca, se aprieta contra mí y lo persigo frente contra frente. Ni siquiera es cierto que haya aire entre nosotros; yo lo consumo. Está en mí como un sacramento. Máxima acuidad visual.”
Eisenstein había reflexionado largamente sobre cómo una imagen podía salir de la pantalla y abrirse camino hasta el espectador, taladrar hasta el interior de su mente o arrollarlo; pero con la expresión de Epstein “lo consumo”, la imagen no puede ir ya más lejos; admite su naturaleza de fantasía propicia a la incorporación, a la introyección eufórica.
Desde el punto de vista del motivo, es posible encontrar por doquier la elaboración de este tipo de confusiones figurativas: Finis Terrae, por ejemplo, solo alcanza su conclusión cuando los dos antagonistas, uno enfermo y el otro exhausto, ambos en el fondo de un barco “frente contra frente”, acaban intercambiando sus brazos. El brazo sano de uno de los chicos se intercambia por el miembro gangrenado del otro, o más bien, ambos comparten el mismo, un gran muñón blanco en el que toma forma su historia común. “Ni siquiera es cierto que haya aire entre nosotros”.
(…)
Jean Epstein y Guy Debord: telepatía vs. hipnosis
En un escrito de 1949 que presagia La Société du spectacle de Guy Debord, escrito en 1967, Jean Epstein realizó un análisis de increíble violencia sobre la “organización metódica de la represión” que constituye la institución cinematográfica:
El cine es un “paliativo de emergencia y un potente medicamento, administrado en dosis de hora y media de inhibición ininterrumpida e hipnosis. […] Se precisa una dramaturgia orientada hacia las masas conforme a un análisis que no puede ser el más diverso, sino que ha de centrarse en las tendencias individuales más uniformes. Y una época de dirigismo generalizado, de encasillamiento del criterio, de organización metódica de la represión y por consiguiente de popularización y estandarización de enfermos mentales, requiere de modo aún más crítico la misma popularización y estandarización del antídoto poético, para que sea un remedio efectivo a la censura. […] Las películas más taquilleras de un año solo dan una medida de la neurosis y la introspección colectiva en ese año.”
Guy Debord:
“En la medida en que la necesidad se reconoce como un sueño social, el sueño se hace necesario. El espectáculo es el mal sueño de una sociedad moderna encadenada que, en última instancia, solo expresa su deseo de dormir. El espectáculo es el centinela de ese sueño.”
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Traducción de textos: Javier Oliva