Cineinfinito #135: Marlon Brando

CINEINFINITO / CINE CLUB SANTANDER (#301)
Martes 20 de Octubre de  2020, 19:30h. Cine Los Ángeles
Calle Ruamayor, 6
39008 Santander

Programa:

One-Eyed Jaeks (1961), 35mm, color, sonora,141 min

*Programa en exclusiva del Cine Club Santander

Formato de proyección: DCP (nueva restauración)

Agradecimiento especial a José Luis Torrelavega y al Cine Club Santander


Marlon Brando, Jr. (Omaha, Nebraska; 3 de abril de 1924-Los Ángeles, California; 1 de julio de 2004) fue un actor estadounidense de cine y teatro. Su formación e instrucción teatral fue llevada a cabo por Stella Adler, una de las más prestigiosas profesoras que desarrolló el trabajo de Stanislavski en Nueva York; algunos sábados acudía al Actor’s Studio interesado en las clases de Elia Kazan. Se convirtió en actor de teatro a mediados de la década de 1940 y en actor de cine a comienzos de los años 1950. A lo largo de su carrera, recibió múltiples reconocimientos por sus logros artísticos, entre ellos dos premios Óscar —al mejor actor por su trabajo en On the Waterfront en 1954 y por su actuación en El padrino en 1972—, dos Globo de Oro y tres BAFTA.

Se hizo mundialmente conocido en la década de 1950 por sus intervenciones en películas como Un tranvía llamado Deseo (1951), Viva Zapata! (1952), Julio César y On the Waterfront (1954), entre otras. Posteriormente, su trabajo en el cine comenzó a ser más esporádico, si bien recuperó pujanza con filmes hoy míticos como El padrinoEl último tango en París (1972) y Apocalypse Now (1979). Su breve papel en Superman (1978) fue muy comentado por los 4 millones de dólares que cobró por diez minutos de aparición en pantalla. Su última película fue The Score (2001).


13 de abril de 1961
SOBRE MARLON BRANDO Y EL ROMANTICISMO

Estoy de acuerdo con el artículo en Playboy de Jerry Tallmer Brando ya no es lo que era. Pero por lo que es ¡daría un brazo! El nuevo Brando se destaca sobre las demás actuaciones de 1961 como el antiguo Brando joven se destacaba sobre las actuaciones de 1951. Un Brando distinto, es verdad, pero ¡viva el Brando diferente!

Con El rostro impenetrable (One-Eyed Jaeks, 1961) Marlon Brando da al cine uno de sus hitos más románticos. Su cruel belleza romántica no tiene igual en películas recientes. En la nouvelle vague francesa, el romanticismo está expresado a través de amantes y nihilistas; el romanticismo de Brando es clásico: es un soñador romántico, un Hamlet de pie a la orilla del mar, escuchando las olas y meditando sobre la violencia, la venganza, el amor.

El rostro impenetrable es un caso trágico. El propio Brando ha descrito mejor que nadie (en el Herald Tribune) cómo la película le fue quitada de las manos y mutilada brutalmente. Puede verse claramente cómo la reducción de cuatro a dos horas ha arruinado la película. Sabemos por actuaciones anteriores de Brando que lo mejor ocurre cuando no hay acción o «argumento». Lo mejor de La ley del silencio (On the Watefront, 1954), El salvaje (The Wild One, 1951), Piel de serpiente (The Fugitiva 1959) son los intervalos entre la acción. Es allí donde cada palabra, cada pequeño movimiento, cada silencio, está cargado de expresión. La actuación de Brando es una reticente explosión contenida.

Lo que los cortes puritanos de Hollywood hicieron fue rebajar la película de Brando hasta el hueso, hasta la acción principal. La carne de la película desapareció. Lo que vemos solamente son las culminaciones que marcan el progreso de la película. Vemos el primer golpe, pero cualquiera puede ejecutar la acción; no es necesario saber actuar para saber golpear. Lo que no vemos es cómo el puño ha decidido golpear, a través de qué decisiones, qué dudas, qué agonías ha tenido que pasar. Todo ese desapareció en el cesto de papeles de Hollywood.

Las imágenes mismas tienen una acerada claridad azul. Y hay algo de grande, de desmesurado, en la película. Al verla, uno piensa: no es el producto de un corazón pequeño. Uno siente sus ilimitadas energías; un plan ambicioso, grandioso: un gigantesco sueño en acción, aun cuando lo que vemos es sólo un lejano rumor de lo que verdaderamente podría haber sido… Pero en las noches lúgubres de los estudios de montaje de Hollywood, si uno se detiene-a escuchar, aún puede oír las imprecaciones del difunto Erich von Stroheim con su cuello descarnado, solo en la oscuridad, tratando de recomponer sus destruidas obras maestras, su corazón destrozado…

Jonas Mekas