Wake of the Red Witch (1948)

Ciclo « Ludwig el gran desconocido »

WAKE OF THE RED WITCH (1948)
La venganza del bergantín

Director: Edward Ludwig
Guión: Harry Brown, Kenneth Gamet
Argumento: la novela de Garland Roark   
Fotografía: Reggie Lanning (B&N, 1:1,37)
Dirección artística: James Sullivan
Montaje: Richard L. Van Enger
Música: Nathan Scott
Reparto: John Wayne, Gail Russell, Gig Young, Adele Mara, Luther Adler, Eduard Franz, Grant Withers, Henry Daniell, Paul Fix, Dennis Hoey, Jeff Corey, Erskine Sanford, Henry Brandon
Productora: Republic Pictures (EE.UU.)
Distribuidora: Republic Pictures
Duración: 107 min.
Formato: 35mm

Wake of the Red Witch es una película americana de aventuras de 1948 dirigida por Edward Ludwig, producida por Edmund Grainger, y protagonizada por John Wayne, Gail Russell, Gig Young, Adele Mara y Luther Adler. Está basada en la novela del mismo título de 1946, escrita por Garland Roark. La película es una de los pocos largometrajes de serie A producidos por la Republic, por su presupuesto relativamente elevado. Fue una de las producciones con mayor éxito de la Republic.

John Wayne encarna a un capitán de barco que, a principios de los años 1860 en las Indias Orientales, pretende vengarse de un rico naviero.

Wake of the Red Witch gana en cada nueva visión. Y cada vez nos gusta más. Su romanticismo, el muy hábil encaje del guión, el lado «mágico» de ciertos planos, hacen de esta película uno de los mejores equivalentes cinematográficos de Stevenson, incluso de los relatos de Conrad. John Wayne está excelente en un personaje mucho más negro, más dramático que los que por entonces interpretaba, y Gail Russell, con su frágil, vulnerable, temblorosa belleza, queda aquí como una de sus mejores parejas. Gracias a unos notables efectos especiales de los hermanos Lydecker, el segundo naufragio de la “Red Witch” nos brinda uno de los más hermosos planos submarinos que nunca se hayan rodado. Y un detalle divertido: John Wayne denomina a su productora Bajtac, nombre de la compañía que le persigue en la película y que dirige el temible Luther Adler.

Bertrand Tavernier y Jean-Pierre Coursodon. 50 Anos de cine Norteamericano.

Dado que es en primer lugar un narrador nato, Edward Ludwig es un ejemplo perfecto de cineasta hollywoodiense clásico. Su arte descansa ante todo en lo imprevisible de la historia que cuenta. Lo imprevisible se extiende también al carácter de los personajes, e incluso a sus pasiones. Estas pasiones, descritas por Ludwig sin ningún moralismo, crean pronto las condiciones de una exacerbación novelesca que, para realizarse plenamente en la pantalla, no tiene ninguna necesidad de lirismo o de énfasis, a los que el tono de Ludwig es por otra parte ajeno. Al hilo de un relato relativamente complejo y lleno de meandros, veremos que en Rails y Sidneye, esos dos hermanos enemigos tan extrañamente próximos el uno al otro, la pasión por el oro, por poderosa que sea, disimula una rivalidad y una pasión aún más fuertes por una mujer. Estas dos pasiones están ambas contenidas, superadas y hasta magnificadas en una pasión aún más vasta, más embriagadora, por el mar, sinónimo de libertad y de aventura. A lo largo de toda la intriga, el tradicional maniqueísmo hollywoodiense los mide por su rango. El “bueno” (Rails) y el “malvado” (Sidneye) no son uno mejor que otro: en el plano moral, son perfectamente intercambiables. Y el happy end clásico solo se aplica a un par de personajes secundarios, Sam y Telena. Sideneye, por su parte, se queda atrapado en su isla como una especie de muerto viviente. En cuanto a Rails y Angélique, fallecidos en pasajes y por medios diversos, se encontrarán fuera del tiempo, fantasmas triunfantes, navegando eternamente en su bello navío. Imagen poética que viene después de otras muchas, desgranada por Ludwig con una negligencia aristocrática. Tampoco olvidaremos, por ejemplo, a la frágil Angélique (Gail Russell) tocando a Chopin en una isla del Pacífico, o el ascenso a la superficie del cuerpo de Rails, aparentemente destrozado, después de su combate con el pulpo. Ludwig el desconocido, Ludwig el magnífico, se desenvolvía en Hollywood como un pez en el agua. Apartaba de su camino los clichés, y los sustituía por una originalidad extraña, un resplandor regio, una poesía tranquila y que rebosa con discreción. Cineasta de los “happy few”, gustaba también a las multitudes... y a sus propios colaboradores. Wake of Red Witch era una de las películas favoritas de John Wayne, quien, en la misma época, rodaba sin cesar con los Hawks, Ford, Wellman y otros grandes señores. Se puede juzgar por este detalle su gusto y su independencia de espíritu. Bautizó a su propia compañía, en la realidad, con el nombre, Batjac, de la que empleaba a su personaje en la ficción.

Jacques Lourcelles. Dictionaire du cinéma.
Ed. Robert Laffont. Paris, 1990

Traducción de textos: Javier Oliva